martes, junio 7

mis patitas se fueron al campo, 19 años hacia atrás

Hay cosas que me pasan que me hacen sentir mucha ternura. Suceden y me llevan de inmediato a la infancia, al campo de mis abuelos.
No sé si saben pero gran parte de los veranos de mi vida los pasé en Aluminé, en  su campo .
Ellos tienen una casa que si hoy con 27 años y este tamaño me sigue pareciendo enorme imaginen lo que sería para una nena de entre 7 y 10 años. 
La casa tiene un pasillo enorme lleno de bowindows y en cada uno se encuentra la entrada a dos habitaciones. Esos ventanales a la noche daban miedo porque veías los ojitos brillando de animales del otro lado de la ventana. Todos sabíamos que eran gallinas, o perros, o pavos, o gansos, o caballos, pero en la oscuridad esos ojos no te remitían a ninguno de esos mansos animalitos.
No quiero irme por las ramas. La cuestión fundante de este post es que en esas habitaciones hacía mucho frío, la casa es de ladrillo visto y en cada habitación hay ventanas grandes, también. En los pasillos se encontraban encendidas, siempre, unas salamandras hermosas y antiguas cuyo calor  hacía hervir el camino hacia la habitación pero dejaba ajeno de calidez al dormirtorio.
No sé bien por qué nunca pusieron estufas eléctricas o algo así, supongo que por temores de gente mayor que siempre vivió en el campo y que aman la tradición y lo campero por sobre todas las cosas. 
Mi abuela a la que nunca jamás en la vida le dije abuela porque es "la lela" nos calentaba la cama poniendo bolsitas de agua caliente bien al fondo de las mantas. El encuentro de los pies con esa bolsita cuyos bordes quemaban era ideal, una sensación que puedo recordar perfectamente.
Nosotros somos 13 primos, 13 primos que coincidimos varios veranos de nuestras vidas en ese paraíso que era para nosotros la casa de los tatas. En la casa no habían 13 bolsitas de agua caliente, la repartija era extraña y se suplía con matrones más pesados en la cama del que no tenía bolsa, etc... No sé bien cuáles eran los parámetros para designar la bolsita, ni me interesa pensarlos.

Las comparaciones siempre le quitan el encanto a todo.
Por eso prefiero recordar solamente que, cuando te tocaba, se sentía muy bien.

Madre está en casa hace unos días porque el miércoles parte hacia Europa. El domingo me regaló una bolsita de agua caliente... quizás ni se imagina que detesto la calefacción, que odio las estufas, etc. No sé si sabe que amo las mantas y dormir con poca ropa, supongo que algo de todo eso percibe porque me regalo "mi bolsita" de agua caliente, porque me explicó en un chistoso evento -fotografiado por mi hermanito- cómo prepararla para que no explote mientras duermo ni me salté agua al cerrarla y porque hoy a la mañana vino a verme a la cama y me dijo "¿y cómo dormiste con la bolsita?"
Yo le contesté ¡re bien!
... pero podría haberle contado muchas cosas, por ejemplo que me pase jugando a enroscar las patas en la bolsa, a hacerla sandwichito con mis pies, que dejaba apoyado uno hasta que me quemaba un poquito, que cuando me dormí ya estaba tibia.

En fin algunos tuvimos la suerte de tener infancias con cosas buenas  y cosas malas, equilibradas. Cuando las  buenas vuelven uno recuerda todo, aunque hoy ya no sea tan bello y las relaciones no sean estrechas, con muchísimo amor.


*mis calzas térmicas son esa cosa azul bien sexy ja!




3 comentarios:

una de los trece dijo...

Qué lindo...meterse en la cama y antes que nada hacer angelitos para calentar todos los rincones, la bolsa de agua en patas y panza, las escondidas, las mesas larguísimas, el río...
Me dan más ganas de las de siempre, de volver a la infancia un rato largo.

Gracias por este recuerdo tan bonito!
Te quiero


Una de los trece...ahora catorce

BeniBodoque. dijo...

cada invierno me compro una. hace dos semanas q no puedo dormir sin la bolsita, es lo más mejor dirían en mi pueblo.

Vicky dijo...

lindo! tus post con fotos que se ven (porque las publicás) y tus post con fotos que se forman en mi cabecita de alcornoque porque las describís.

=)